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VA POR ELLOS, NUESTROS FAMILIARES Y AMIGOS

Después de muchos años viviendo con Crohn, de los cuales los primeros fueron muy duros, mi hermana Laura me regala por Reyes esta carta.

Carta que voy a compartir para que nos pongamos un poco en la piel de nuestros seres queridos, amigos y cuidadores.

VA POR ELLOS

Pontevedra, 3 de Enero de 2016

Querida Ángela:

Estoy en deuda contigo, me has pedido algo muy difícil pero por ti lo voy a intentar.

Un día, sin más, te das de narices con la cruda realidad, no puedes ni quieres creer lo que está pasando, la mente se acelera, el corazón se encoge… sólo te preguntas ¿por qué?

La vida ha sido cruel contigo, así, de repente, y así, también de repente, mi vida y la de todos los que te queremos se transformó en sorpresa, desconcierto, angustia, silencio, distancia y sobre todo miedo, mucho miedo a lo desconocido.

¿Qué me estáis contando?, ¿de qué me habláis?… no puede ser, pero es, ¡vaya si es!

Todo cambió a mi alrededor, papá era como una sombra… callado, solitario, triste, muy triste, distante…, no sabíamos dónde estaba… ¡papá!, ¿nos oyes?… estamos aquí, te queremos.

Mamá, con más agallas que nadie, cogió el toro por los cuernos y empezó su batalla sin vacilar en ningún momento, muchas veces, demasiadas, en solitario, pero siempre al pié del cañón, alejada del resto de los suyos, nosotros, y sufriendo, sabe Dios, cuántas veces en silencio.

En la distancia la arroparon los familiares más cercanos y las amistades que fueron haciendo, pero nosotros, los suyos, estábamos lejos… demasiado lejos para dejarla sola con tanto sufrimiento. Desde entonces, el no haber podido estar más cerca en esos momentos es una espina que llevo clavada en el corazón.

Ángela, cada brote de tu enfermedad nos ponía en alerta, no había descanso, un sobresalto tras otro, y la rabia, la angustia y las lágrimas de los primeros momentos… se transformaron en silencio, un silencio que cada uno llevó como pudo. Papá, mis hermanas, la tía, mi primo, yo… cruzábamos miradas entre nosotros, sin más, suficiente para entender que sobraban las palabras, teníamos el corazón encogido.

Y yo empecé a sentir que la vida nos podía traicionar en cualquier momento, que a veces es mejor no saber, porque el miedo a lo malo desconocido es terrible, porque la impotencia ante el dolor de un ser querido te corta la respiración. ¿Qué hacer?, ¿qué decir?, ¿qué pensar?… ¿qué?, todo era “qué” y “por qué”.

Ojalá todo hubiera sido como decían entonces los niños: “si la tía está malita que se tome muchas medicinas y así se pone buena”, ojalá pudiera haber sido así de “sencillo e inocente”.

Recuerdo una noche que viví contigo un brote durísimo de tu enfermedad… sin palabras. Era noche Ángela, Vuestra hija, Nuestra hermana, Vuestra tía, Vuestra sobrina, Vuestra prima, Vuestra amiga… me preguntó: ¿cómo aguantas esto?, y yo le respondí: porque te queremos… y el mundo se me vino abajo sin yo poder hacer nada por pararlo.

Mi pregunta ahora es a la inversa, Ángela, ¿cómo lo aguantas tú?, y tu respuesta es el estar aquí día a día, mes tras mes, año tras año, aceptando tu enfermedad con coraje, con angustia, con rabia, con risas y lágrimas, y con humor, con mucho humor, haciendo seguramente, y nunca mejor dicho, de las tripas que te quedan corazón.

Y nos estás enseñando a todos otra manera de vivir, transformando tu sufrimiento en ayudar a los demás, a los que, como a ti, un día la vida les traicionó y tuvieron que cambiar de rumbo. Y les dedicas tu tiempo, tu trabajo, tu esfuerzo, tu salud, con una alegría y una esperanza que contagian, con una entrega total digna de admiración.

Y termino dejándome muchas cosas en el tintero, no sé cómo expresar lo que pasa por mi cabeza y mucho menos por mi corazón, no hay palabras suficientes, o por lo menos yo no las tengo, para plasmar en un papel tanto sufrimiento, y no sé los demás, pero yo, como ya te dije al principio, me siento en deuda contigo, sobre todo por mi enorme torpeza, tantas veces, al no saber qué hacer para poderte ayudar.

Lo poco que he escrito no es nada comparado con lo mucho que has vivido y sigues viviendo, pero me emociono y ya no puedo seguir a pesar de que todavía queda mucho por contar.

Ángela, gracias por estar aquí, un año más eres nuestro regalo de Reyes.

Te queremos,

Laura

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